El estrés, como sabemos, es positivo en algunos aspectos del hombre.
Se genera desde los comienzos del desarrollo de los seres humanos, y es una cualidad que compartimos con los animales.
El objetivo que tiene el estrés es protegernos ante el peligro. El problema es cuando el estrés comienza a producir algunos síntomas tales como; olvidos, problemas de concentración, pérdida de rendimiento, alta activación fisiológica, agotamiento, insomnio, dolor de cabeza, irritabilidad, etc.
Por supuesto, aparecerán problemas más importantes cuando la situación que provoca el estrés alcance tal magnitud que nos supere por completo y no nos permita dar respuesta alguna, como sucede por ejemplo en los atentados terroristas, o en situaciones igualmente traumáticas, como la violación, accidentes o enfermedades mortales que ocurren de una forma directa o indirectamente en la persona. En estos casos, además de los citados síntomas, suelen aparecer algunos trastornos mentales como el trastorno por estrés postraumático (TEP) o la depresión.
El TEP es un trastorno de ansiedad causada por alguna de las circunstancias citadas anteriormente. Esta experiencia puede originar un aprendizaje emocional que tiene como fin proteger al individuo frente a nuevas situaciones similares, pero que va a ocasionar toda una serie de síntomas: rememoración (o reexperimentación), hiperactivación fisiológica y evitación (junto con embotamiento afectivo). Las imágenes de la situación traumática han quedado grabadas en una memoria emocional indeleble y vuelven a experimentarse una y otra vez con gran viveza, en contra de la propia voluntad, a pesar del paso del tiempo y con todo lujo de detalles (flashback).
Estos procesos cognitivos disminuyen la capacidad de concentración, memoria y toma de decisiones. Producen reacciones emocionales muy fuertes, con intensas respuestas de ansiedad, irritabilidad, ira, tristeza, culpa y otras emociones negativas. Todo ello genera una gran activación fisiológica y un tremendo malestar psicológico, generando agotamiento, emociones intensas, pensamientos irracionales, sesgo atencional (todo el tiempo se piensa en lo mismo) y sesgo interpretativo (estímulos que antes eran neutros ahora se viven como amenazantes y se evitan)
Por otra parte, tenemos el duelo, que es el proceso que tienen que pasar las personas ante una pérdida, ya sea por un familiar, una pareja o diversas circunstancias. El duelo se suele catalogar tan solo en este tipo de pacientes, aunque bajo mi perspectiva profesional, aquellos que vienen de un acontecimiento terrorista, también necesitan un tiempo determinado para elaborar el duelo de la forma más sana y equilibrada posible.
CAROLINA DIEZ JORGE
PSICÓLOGA – INSTITUTO DE MEDICINA EGR