El Programa de Alimentación Emocional se ha creado debido a la necesidad de abordar los aspectos emocionales que, en multitud de ocasiones, interfieren en el seguimiento de una pauta nutricional. Y es que, son muchas las personas que manifiestan una tendencia a comer no porque verdaderamente tengan hambre, sino como remedio para aliviar un malestar interno o para combatir el aburrimiento, lo cual suele acompañarse de un posterior sentimiento de culpa por “no haber sabido controlarse”. Asimismo, hay numerosos casos en los que se muestran capaces de alcanzar el objetivo de bajar de peso, pero no así de mantenerlo en el tiempo. Ello ocurre por no haberse producido un cambio más profundo en la persona, es decir, en la comprensión sobre sus hábitos y creencias en relación a la alimentación, así como en la valoración que hace de sí mismo, entre otros.
Por ello, las profesionales de Nutrición y Psicología se han unido con el fin de acompañar a todas aquellas personas que hayan dejado atrás las creencias en dietas milagro, conscientes de que la única manera de conseguir mejorar su alimentación es asumiendo la responsabilidad del cambio, es decir, adoptando el protagonismo del tratamiento y llevando a la acción los pasos necesarios para producir situaciones diferentes.
El éxito reside en un cambio de mentalidad y en la manera de relacionarnos con la comida, además de adoptar el compromiso y motivación necesarios, sobre todo, al inicio del tratamiento, ya que se trata de incorporar nuevos hábitos y rutinas. Es sumamente importante establecer expectativas ajustadas y realistas, de modo que la persona se sienta capaz de llevar a cabo los cambios, que pueda integrarlos fácilmente en su vida diaria, así como identificar y vencer los obstáculos que puedan surgir. La verdadera transformación se da cuando nos empoderamos, es decir, cuando comprendemos cómo se relaciona el estilo de vida que llevamos con los valores, creencias e intereses que tenemos; y que únicamente depende de nosotros modificarlos para estar sanos y felices con nosotros mismos.
Las claves de la intervención se basan en:
- Establecer una atención y pauta nutricional personalizadas en función de las características idiosincrásicas de la persona.
- Involucrar al paciente para hacerle responsable del cambio, partiendo de su historia de vida, valores y creencias. Preguntas útiles para conectar con los propósitos y motivaciones para cambiar son: qué cambiar, cómo y para qué hacer un cambio en la alimentación.
- Ayudarle a descubrir los recursos internos con los que ya cuenta y que le pueden facilitar el cambio deseado.
- Reforzar aquellas conductas que conducen al éxito y desarrollar fortalezas, emociones positivas, talentos e intereses para aumentar el sentido de autoeficacia.
- Proporcionar herramientas y entrenar en las estrategias de afrontamiento que sean necesarias.
- Ofrecer la libertad de elección y determinar los planes de acción que, desde el primer momento, sean asequibles para la persona, de forma que su consecución favorezcan un aumento en la motivación y confianza en sí mismo.
- Analizar y hacer frente a los obstáculos que puedan aparecer durante el proceso de cambio.
- Afrontar las posibles recaídas como una oportunidad de crecimiento y evolución pero no fustigarnos por ello. ¿Qué puedes aprender de ese error? ¿Qué se puede hacer diferente?
- Ofrecer el apoyo emocional
En resumen, a través del Programa de Alimentación Emocional te ayudamos a definir tu objetivo y diseñamos un plan de alimentación que se ajuste a tus necesidades, a la vez que se te ofrece el apoyo emocional necesario, la guía para encontrar soluciones a las barreras que te impiden alcanzar tu meta y para establecer nuevos hábitos saludables (tanto a nivel nutricional como psicológico) que se mantengan a lo largo del tiempo. Como ya se ha dicho, es imprescindible modificar tus comportamientos, tu entorno y también tu manera de pensar y sentir hacia la comida. Pregúntate si estás dispuesto a ello. ¡¡¡NO DUDES EN CONSULTARNOS!!!
Cinthia Sánchez Pacha, del equipo de psicología de la Clínica EGR y Mª Teresa Hernández García, del equipo de nutrición y actividad física de EGR.